Cuando uno tiene una herida en alguna parte de su cuerpo, por más que ésta sea pequeña, trata de cuidar esa área para que nada le cause dolor. Es incómodo porque uno no puede desarrollar sus actividades con normalidad, pero si sigue las instrucciones del médico y guarda reposo, después de un tiempo podrá realizar todo igual que antes.
Lo mismo sucede con las heridas del corazón, la diferencia radica en que sólo Dios puede sanarlas. Es demasiado peligroso no darles la importancia que merecen o pensar que no influyen en otras áreas de nuestra vida, porque llegado el momento, podrían causar más dolor que el que se pudo evitar a tiempo.
No importa si fueron otras personas o tú mismo el causante de alguna herida en tu corazón, lo que ahora necesitas es dejar de ocultarla; más bien debes mostrársela y entregársela al Médico de médicos que es nuestro Padre Celestial. Permite que Él obre libremente en tu vida y quite todo el dolor, rencor, amargura, odio, venganza y resentimiento que te están consumiendo por dentro. Mientras más antes lo hagas, más rápido te recuperarás y te sentirás mejor.
El corazón alegra hermosea el rostro; mas por el dolor del corazón el espíritu se abate. Proverbios 15:13 (RVR1960)
Dios quiere ayudarte pero tú debes pedírselo y permitírselo. No dejes que pase más tiempo, hoy pídele que cure todas tus heridas, verás que esa sanidad no sólo se reflejará en tu mirar sino también en tu manera de pensar, hablar y reaccionar.
¡Cuando Dios sana tu corazón, tu vida cambia!

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